Poemas dedicados a Daniel Rodríguez Moya
Granada en llamas
A Daniel y Magali en primavera
No més paraules d´amor
J.M. Serrat
Quedan pocos volcanes.
Más ceniza que lava nos rodea
Y es nuestra obligación buscar el fuego,
La hoguera de la vida.
A veces es preciso recorrer
El mundo y sus alrededores
Para encontrar el tronco exacto,
La exacta dimensión de nuestro abrazo.
En el centro del círculo,
Vosotros,
Asomados al cráter de esta pasión tenaz
Que el mar no ha conseguido apaciguar,
De esta pequeña llama convertida en incendio.
Y los demás atentos,
Felices contemplando
El crepitar de un beso.
Javier Bozalongo
Juegos de amor, ¿quién los gana?...
Para Dany y Magali, recién casados
Juegos de amor, ¿quién los gana?...
A jugar se fue el viajero
-era invierno, era febrero,
sombra triste en la ventana-
fuera, lejos de Granada.
Pero el amor, ¿dónde estaba?
¿Era volcán con su lava?
¿Era sueño, dicha, nada?:
Fuera, lejos de Granada,
otra Granada esperaba.
Milena Rodríguez
Albada
(Para Dani y Magaly)
Vendrán gozosos
de Nicaragua,
y estarán con nosotros,
Verán el alba.
Que lo merecen,
que han regresado,
que el amor los envuelve
y no pide saldo.
Mirando el cielo
sin ver la nada:
en sus ojos veremos
a Nicaragua.
Y en sus ojos veremos
también que el mundo
se volvió tan pequeño
que vuela junto.
José Carlos Rosales
La conjura
El humo entre las copas.
Los días como espejos de las nubes
y las noches de tiempos imprecisos.
El cielo raro de Javier Egea.
Los coetáneos y los contemporáneos,
Manolo con su máquina del tiempo,
los cuentos sadomaso de la inocente Inma.
Narzeo entre rioja y zumo cano.
El hombre lobo, Jesucristo y la mujer pantera
saliendo del Cocoon.
Las bodegas de Oporto y el metro de Lisboa,
la lluvia y el océano.
La canción del espantapájaros
en salones marxistas y oficinas vacías;
La poesía, la risa contagiosa y el ahora
siempre nuevo.
El pesado de Borges, sus enumeraciones
que estos versos intentan imitar.
La otra Granada.
Todas estas cosas
han conspirado ocultas en la sombra
para trazar tu nombre,
para hacernos amigos.
Rubén Martín
Amanecer en paz
Te dedicos mis ojos, mis labios, mis dientes
Izet Sarajlic
Queda siempre algún rastro,
la huella impredecible de unos viajes sin noche
grabados contraluz en carreteras
aún desdibujadas
por la marea rota de los ojos.
La pequeña costumbre de la tarde
de esconder detrás de cada esquina un espejismo
cuando sobrevivir es necesario
en los días idénticos a nubes.
¿Qué queda, camarada sin bandera,
de paredes y puertas y ventanas
donde hicimos la historia
para olvidarla luego?
Quizás alguna foto,
el recuerdo completo,
incompletos olvidos…
Y en los libros verás
la esperanza de todo emigrante,
las ciudades lejanas de sus sueños futuros,
la esperanza con su convencimiento…
Y una Granada
que se esconde en el fondo de los vasos,
anclados como barcos,
palabras navegando
en charcos extramuros
para encontrarse siempre todavía
en las fuentes cercanas,
lugares para poder murmurar:
“que la vida te trate dignamente”
Y que puedas amanecer en paz
junto al hombre que fuiste
al amor que tendrás.
Andrea Perciaccante
Límites
A Dani Rodríguez Moya
La mano que coge la fruta en sazón
no tiene edad.
No lo olvides…
Si unos labios se acercan a la fruta en sazón
no hay edad.
Álvaro Salvador
Palabras que se le cayeron del bolsillo a un transeúnte ciego cuando fue sorprendido en plena Gran Vía por un susurro de luminosa oscuridad que decía Daniel Rodríguez Moya
Esta noche barreremos el cielo con las trenzas de tus ojos. Náufragos dichos por Carvajal en una fría carnicería de Albolote. La semana que viene lee un poeta cubano, o argentino, puedes venir (mientras, sus dedos se confundían con el amarillo del cartel que anunciaba que algo estaba a punto de comenzar, a punto de cambiar para siempre). Umbral. La armónica de sal en las lindes del océano Atlántico. Nunca he estado más seguro en mi vida. La grafía de la palabra locura perdiéndose en el hipertexto de la red: qué importa, esto es el amor. La noche del insomnio. Las cadenas de versos, eslabón endecasílabo heroico, eslabón de óxido desecho en la lengua. Improvisada dramaturgia, hacer magia con las manos. Renato Pompini. Cortejo de sombras en torno a un altar. De repente, me di cuenta de que la quería y que no había nada más importante, nada. LA admiración y el cáncer. El abrazo y la espina. El esfuerzo y los sueños. Te veo borracho en una terraza de Punta Umbría, tocando la armónica para conjurar la geometría, te veo gigante sobre la tarima del caos, organizando el mundo, trazando las líneas de la arquitectura de mi casa. Te veo casado. Esta noche la niebla bajará como un párpado a sellar esta carta. Felicidad. Atlántico sortilegio. Entre tango y tango, Gardel se descuelga de tus labios, ardiendo entre las cuerdas de la guitarra de algún cantautor pesado, y te dice: haz. Haces, y por eso escribe esta llama que tiembla, porque el futuro es un parpadeo y el Atlántico una membrana que une dos cuerpos. La gratitud. Y esto que no es sino un deseo, un poliedro arrojado al fuego, una casa que necesita de tu nombre. Felicidad. Esta noche barreremos el suelo de La Tertulia con nuestros recuerdos, poco más que cáscaras de pistachos, el resto, lo bueno, nos lo comimos y ahora nos conforma. Poeta en la oficina de los sujetos a la perdición, es hora de encontrarse. Digamos que te deseo suerte. Digamos que te abrazo.
Raúl Quinto
...Verano interminable
A Dani, en recuerdo de la prima notte
He inventado el dolor
y siento frío.
El dolor es tan frío como el hielo.
Lo sobrevuelan pájaros que saben
esquivar el futuro.
Tiene los ojos tristes y radiantes.
Sus manos reconocen las derrotas,
buscan rostros detrás de las palabras,
no conocen idiomas que no sujeten lágrimas;
sabe de la impotencia y del orgullo.
He inventado el dolor después de algún océano,
y he sabido de ti por el consuelo,
y quiero que conozcas mi dolor,
que abandones el mundo en que vivimos,
que sepas que otro mundo está tan vivo
que he inventado el dolor entre sus nombres,
detrás de sus derrotas,
en medio de un verano interminable.
Fernando Valverde
Poética
A Daniel Rodríguez Moya, porque la comparte, por lo que compartimos
El dolor que contiene una palabra,
La traición que preside en un pronombre,
Las mentiras que guardan los adverbios,
La torpe vanidad de un adjetivo.
Quien se olvida del mundo,
Quienes caen en el hielo
No merecen la lluvia.
No merecen el viento que pretende ser justo,
No merecen el mar con su pasión desnuda,
Ni siquiera un poema donde vivir sin nada.
Quien desprecia un segundo,
Un segundo tan corto como el tiempo
Que contiene un adiós en la memoria,
No tiene más de sí que una mentira.
Porque el dolor no entiende de palabras,
Los pronombres son rostros sin heridas,
Los adverbios pretenden la verdad
Que nunca despreciase un adjetivo.
Porque hay quien vive y corre
Detrás de algún poema.
No merece la lluvia.
Ni la lluvia ni el viento,
Tampoco la dulzura.
Nada sabe el silencio de nosotros.
Fernando Valverde
El vendedor de periódicos
Con la muerte diaria confundido
Javier Egea
Losas calientes para pies descalzos.
La calle se trasviste de condena
y cada paso es un reflejo ambiguo
de este cielo con forma de cornisa,
lo veo cada mañana, cada tarde,
cada noche al cerrar esta ventana:
hay polvo en los cristales,
la vida se deshace.
La Historia nace en estas mismas calles
cuando las hojas de papel se elevan
buscando vuestros rostros,
cuando adoptan su forma
y son de sangre desbordada y muda,
porque no mienten los espejos rotos,
porque somos el fondo de la noche
y tenemos las manos de agua blanca.
Raúl Quinto
Albaycín en blanco y ocre
No hay cosa oculta en los cielos y en la tierra que no esté inscrita en el libro de la evidencia.
Corán, Sura XXVII, 77
A Daniel Rodríguez Moya
Abismos sin vigías que el mar me devuelve.
Es la cara desierta del ahogo.
¿Por qué no abrirme hasta el sueño,
antiguo en mitades herido
y en mitades recobrado?
En estos pobres reflejos
sube la amargura como un talismán
que otros han perdido para siempre.
Acaso la agonía tampoco nos salve
de las sombras y el diluvio.
Estas calles me arrastran,
descalza brisa para el sacrificio.
Estas calles te engendran y me usurpan.
Los rituales son memorias sin flores.
Blandamente,
¿hay un jardín debajo de la infamia?
¿Pero qué fuego nombrarás
debajo de estas piedras?
¿Y qué río de arañas
lamen con pena esta cueva insensata?
Bebo sangre de mis encías
de trébol labrado por la desaparición.
Sumerjo el rayo de tu historia
con el castigo de otra voz
en la voz de los muertos.
Despiadada esta ley, este hervidero
de amor en la intemperie.
Entonces roen mi señal de nacimiento,
alumbran las tijeras del luto más alto
cuando te deshabitas.
Golpearás contra los trozos que te quedan,
contra las ranuras de obediencia,
contra las leves sustancias
de tu cuerpo en el plato feroz.
¡Incrustarás el latido!
Las jaurías se unen
pero vuelves aquí, mutilado,
llorando mi tristeza
en un rincón de Granada.
Manuel Lozano
Fe de errata
A mis queridos amigos de la Granada hermana:
Daniel Rodríguez Moya , Fernando Valverde y Javier Bozalongo
Siempre llego tarde
sigo la ruta del vértigo
me equivoco
tropiezo
y me levanto
en otro suelo
dos tramos
mas allá
garabato a lo Miro
humana a lo Picasso
sonriente de los pies
llorosa del pecho y de la boca
con mi Guarnica adentro
figura de aciertos al revés
entresaco palabras al desierto
lo obligo a hablar
a soplarme los ojos
a mostrarme el oasis
y los palacios ocultos
yo siempre llego tarde
me divierto ya al final
después que los demás
se han ido con su prisa
al reino de lo exacto
imagino antes de ver
construyo inalcanzables
me distraigo en ese
oficio delirante
me retraso
llego tarde
y caigo mal
es tan noche ya para cambiar
le he tomado cariño a la costumbre
de fallarle a la rutina
de disparar al infinito
y herir alguna estrella
de alterar una galaxia
a golpe de tacones
de tensar la cuerda del reloj
hasta hacerlo estallar
en horas descompuestas
debo disculpas rezagadas
por eso de marcar huellas inciertas
me redime la gracia
de masticar la duda con estilo
y digerirla como
verduras al vapor
no estoy al tiempo
de los tiempos
el tiempo no mas
me tiende trampas
y todo esto
que yo escribo
se me asienta
en los ojos.
Blanca Castellón
Llegaste, hermano Daniel
a la edad de la frontera
donde alguno desespera
y el tiempo parece cruel.
De todos modos el fiel
de la balanza, poeta
muchas veces no respeta
esas torpes divisiones
si marcan los corazones
el ritmo de este planeta.
Waldo Leyva