Poemas de Oficina de sujetos perdidos
I
A Rafael Guillén
Y qué si el viento mueve nuestros pasos,
los vuelve más ligeros, casi sombras,
y todas las esquinas nos arañan,
o muerden nuestra vida,
arrancan de los cuerpos la esperanza.
Poco importan las cosas que no pueden tocarse,
que no poseen contornos,
y pierden la tibieza.
Nunca pude amar nada que fuera transparente.
Qué importa el viento que se empeña
en una dirección y empuja todo,
qué importan las distancias insalvables
superadas
si no tenemos formas cuando llegue
el último recodo del camino.
Será imposible entonces
sentir el tacto, el roce de una mano.
NIÑA SALTANDO BAJO LA LLUVIA
Tus cinco años
saltando bajo la lluvia de octubre,
más tarde conocieron que la vida
tiene forma de charco,
sin límites precisos y oscuridad brillante.
Tus cinco años,
que miraban al cielo casi ingrávidos,
tardaron en saber
que no eran las de Bécquer
aquellas golondrinas que cruzaban
oscuras avenidas, bulevares insomnes.
y mil bosques de antenas donde buscar refugio.
Tus cinco años
han quedado varados
en una inmóvil dársena
de un puerto abandonado:
la memoria.
VI
A Alfonso Cabello
Bergillos
Queda un eco impreciso
en los pueblos de costa
de las remotas olas de otro tiempo,
que ha dejado en las piedras
un redondo perfil de tacto líquido
y una voz lejanísima,.
un rumor de caballos en la noche.
Del agua, será del agua o del viento
ese hilillo sonoro que se escucha,
ese jinete oscuro que se acerca,
estas quemadas naves.
Del viento o de la bruma
vendrá el miedo ancestral que es presentido
sobre la arena virgen.
XVII
Desde estas altas rocas innombrables pudiera verse el mar...
Pablo del Águila
Desde este faro ciego es imposible
que pueda verse el mar,
entrever los contornos de la costa
como la gente que en los barcos
va diciendo adiós,
y son esas gaviotas que se alejan,
espuma transparente,
las huellas más efímeras que arrastran
jirones de palabras,
los ecos de una voz que desde el puerto
se carga de paciencia y vuelve al pueblo.
Qué lejos cae de aquí el acantilado
y, sin embargo,
qué cerca siento el vértigo,
la ambigua sensación de la caída
entre el placer del vuelo
y el miedo a la certeza de la muerte.
He salido a la noche sin cubrirme,
desnudo a un viento lívido que a ráfagas
estrella contra mí todos los nombres
lde aquellos que se ahogaron.
Mañana arrancarán y no habrá indulto
a marzo en la pared de una cocina,
dormitorios sonámbulos,
consultas de abogado y oficinas.
Acercarán el año un poco más
a un pretérito imperfectamente conjugado.
Será de abril entonces mi presencia
nocturna en la atalaya, en este faro
de improbables visiones.
También presentiré brisas salinas,
aunque sé de memoria lo lejos que está el mar,
y cuántos espejismos crea la lluvia
cuando golpea la piel de las ciudades.
DÉJÀ VU
Ya estuve antes en este poema.
Reconozco al fantasma que se esconde
y vaga por sus versos,
pero hace tanto tiempo que perdí
más que el miedo la fe,
que apenas si me inmuto cuando a veces
hace chirriar de noche las metáforas.
Me es fácil acertar qué encontraré
detrás de cada verso, después de cada coma,
mas verte me ha dejado sorprendido,
y te hablo con franqueza,
aquí no te esperaba.
Me has mirado y me has dicho
"No fue nada difícil dar contigo.
El asesino vuelve siempre al lugar del crimen".
(Selección de poemas del libro Oficina de sujetos perdidos. Granada, Fundación Federico García Lorca, 2002)